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Las hojas secas en la salvia es uno de los signos más comunes de que algo no va bien. Las hojas empiezan a ponerse quebradizas, se curvan hacia dentro y al tocarlas se deshacen con facilidad. A veces solo afecta a las puntas, pero si avanza, la planta puede empezar a perder vigor.
Para solucionarlo, revisa el riego: puede deberse tanto a falta de agua como a un exceso que haya dañado las raíces. Asegúrate de que el sustrato drena bien y no está compactado. Si está al sol directo con mucho calor, valora moverla a un lugar con algo de sombra parcial durante las horas más intensas.
Tener tu salvia con las hojas amarillas suele indicar un problema con el riego o el sustrato. Las hojas empiezan a perder su color y se ven mustias, incluso con el tallo aún firme. A veces también aparecen manchas o bordes descoloridos.
La causa más habitual es un exceso de agua, o por exceso de riego o por tener un sustrato que retiene demasiada humedad. Revisa el drenaje y reduce el riego si el sustrato tarda mucho en secarse. También puede ser carencia de nutrientes, así que un abono suave con compost puede ayudar. Y ojo si está en maceta muy pequeña: tal vez necesita un trasplante.
Si tu salvia tiene las hojas marrones puede deberse tanto a quemaduras solares como a problemas de raíces o falta de nutrientes. Las manchas marrones pueden aparecer en los bordes, en el centro o incluso como zonas secas irregulares.
Si las tienes al sol directo en pleno verano, puede que se estén quemando. En ese caso, protégela un poco durante las horas centrales del día. Si el marrón es más interno, revisa raíces por si hay pudrición. Un abonado desequilibrado también puede provocar este problema, así que es mejor mantener un plan de fertilización suave y constante.
Cuando la salvia tiene las hojas caídas puede parecer que la planta está “triste” o sin fuerza. Las hojas se abaten hacia abajo, incluso estando verdes, y a veces también se arrugan o se doblan por la mitad.
Este síntoma suele deberse a un exceso de riego o cambios bruscos de temperatura. Deja secar el sustrato por completo antes de volver a regar. Si la tienes en interior, asegúrate de que no esté junto a una fuente de calor o en corriente de aire. También puede pasar si ha recibido un trasplante reciente: en ese caso, dale un poco de tiempo.
Los problemas que la salvia puede presentar a lo largo del año son varios. Hojas mustias, falta de floración, crecimiento detenido o presencia de plagas. A veces los síntomas aparecen de forma sutil y se van acumulando.
Lo primero es observar el entorno: luz, agua, temperatura y sustrato. Si todo está correcto, puede que necesite un abono ligero o un trasplante. Si ves bichitos o puntos sospechosos, actúa con un tratamiento natural como el jabón potásico. Y si la tienes en interior, no olvides ventilar bien y que reciba luz directa o muy intensa.
Si ves las hojas secas en tu planta de salvia podría parecerte que se está muriendo, pero no siempre es grave. Las hojas secas suelen aparecer en la base o en las puntas, sobre todo si ha pasado calor o viento fuerte.
Para recuperarla, poda lo seco con tijeras limpias y riega cuando el sustrato esté completamente seco. Si está en exterior, protege del viento o el sol intenso. Y si se ha secado mucho, puede que también esté pidiendo una renovación del sustrato o más espacio en la maceta.
Si tu salvia no florece aunque parezca sana, es algo más común de lo que parece. A veces crece mucho en hojas pero ni una flor. Esto puede pasar si recibe poco sol, si la has abonado con demasiado nitrógeno o si ya ha pasado la temporada.
La solución pasa por revisar la ubicación: asegúrate de que tenga al menos 6 horas de sol directo. Usa un abono equilibrado o uno más rico en fósforo. También puedes podar ligeramente para estimular una nueva floración. Algunas especies florecen más en ciertas épocas, así que la paciencia también ayuda.
Si ves tu salvia con manchas blancas, sobre todo en las hojas, suele deberse a oídio, un hongo que aparece cuando hay humedad estancada y poca ventilación. Las hojas se cubren de una especie de polvillo blanco, sobre todo en el envés o los brotes nuevos.
Para controlarlo, elimina las partes afectadas y mejora la circulación del aire. Evita mojar las hojas al regar. Puedes aplicar una mezcla de agua con bicarbonato y un poco de jabón natural, o usar un fungicida ecológico si está muy extendido. Mantener una distancia entre plantas también ayuda a prevenirlo.
Aunque parezca una planta todoterreno (que lo es), la salvia también tiene sus dramas de vez en cuando. Hojas secas, colores raros, falta de flores… Nada que no puedas solucionar con un poco de observación y mimo. Lo importante es actuar rápido y ajustar lo básico: luz, agua, sustrato y temperatura. ¡A por ella!
